viernes, 21 de septiembre de 2018

Perdonadme cuando me juzguéis.

Os pido perdón
por no llevar mis muñecas abiertas
con ríos bañados en aguas rojas
que se desbordan
a cada latido.

Me disculpo
por no mostrar en mi garganta
un collar diagonal de besos
azules amarillos y morados
que no pudieron sujetar a tiempo
el rostro que os enseño.

Siento no vestir
un esqueleto fragmentado
por el paso decisivo
al encontrarme de un golpe
en el horizontal de los adoquines.

Me arrepiento,
os digo,
de no indicar en mi cuerpo
la prueba de mis pecados,
de no ilustrar mi historia
con heridas supervivientes;
de no haberme convertido
en una porcelana rota
ante la que con el mismo dedo
señalar
y secaros las lágrimas.

Me pido perdón
a mí
en solitario
por confundida creer
que algún día necesitaría
para curarme
vuestro llanto.

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