viernes, 15 de junio de 2018

La Naturaleza se equivocó.

Siento que cuando me hizo,
en el breve momento en que existió
la posibilidad del amor,
la Naturaleza andaba con los pies equivocados
y las manos revueltas.
Yo no sé,
apenas comenzaba a vivir,
pero quizás nevó demasiado en alguna parte del mundo
sepultando crías de osos polares,
o tal vez quemó el sol
los ojos de los niños que confiados lo miraron.
La Naturaleza estaba triste
la noche que me confeccionó.

Las únicas pruebas de que dispongo
sobre mi errado vagar errante
por el camino de la existencia
son el sonido a hueco siempre
que la vida me golpea,
mis articulaciones demasiado laxas
y una visión del mundo
que no me permite ser feliz.
La Naturaleza estaba triste
la noche que me confeccionó

Hay en lo interno de mi busto
objetos descolocados y espacios en blanco.
No entiendo el vacío bajo mi pecho izquierdo
ni las costillas afiladas como bisturíes
y me pregunto por el destino final de la bala
que recorre mi interior
sin encontrar la salida.
La Naturaleza estaba triste
la noche que me confeccionó.

Veo un último indicador de tanta falla
y pertenece a la esfera que rodea
el movimiento de mi cuerpo.
Es el aire que se marcha sin traerme a ninguno
de los que ya se fueron y me olvidaron.
Es el cepo que pesado me impide
abrir los brazos y besar mi casa.
La Naturaleza estaba sola
la noche que me confeccionó.

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