a nadie
que soy
Scheherezade y el rey
a la vez:
que me sobrevivo día
a día
porque me entretengo
trabajando
en mi propia mortaja.
* * *
Soy pálida,
pensáis que estoy muerta.
No habéis visto mis moratones,
yo por dentro soy de colores.
* * *
Para Jorge,
que por tus venas siga
corriendo el arte:
el único modo de morir
sería dejar de crear,
y ese es también el único modo
en que no queremos morir.
A lo mejor todos trabajamos en nuestra propia mortaja, pero solo los poetas lo saben.
ResponderEliminar"No habéis visto mis moratos,
yo por dentro soy de colores"
dos versos con fuerza y alma (y moretones?)
Las palabras siempre han sido una suspensión de la muerte y la creación un antídoto preventivo. Siempre habrá que salvar a Scheherazade...
un saludo desde Francia
Sí, quería poner "moratones" pero se me coló la errata.
ResponderEliminarSolo los poetas lo sabrán, pero yo preferiría ignorarlo.
Un abrazo,
Pilar.
Resulta muy difícil comentar poemas o textos tan personales, que parecen escritos en la mismísima piel del dolor. Muchas veces me he preguntado, frente a obras cuyos autores han tenido vidas extremadamente difíciles, de gran sufrimiento, aquello que resalta en tu respuesta a mi comentario, y es si la obra puede "justificar", de alguna manera, la dificultad de vivir (pienso en Alejandra Pizarnik, Antonin Artaud, Sylvia Plath, o Chantal Maillard, más cerca, y tantos y tantas otras). Y sí, ¡tienes tanta razón! es obvio que preferirías ignorarlo, pero a todas luces tienes la palabra que utilizas para expresarlo, y lo haces de forma elaborada. Y eso es vida, y esa es la fuerza de Scheherazade. El hecho de construir algo a partir de nuestro propio dolor, de transformar el dolor en palabras, de extraerlo, de ponerlo fuera de nosotros en un papel o en una pantalla, es un acto vital y puede ser (digo bien, puede ser) una forma de transitar hacia el ansiado y esquivo alivio.
ResponderEliminarUn abrazo, y perdón por la invasión...