sábado, 28 de junio de 2014

Quizás porque todo lo que toco se rompe...

... y a mí siempre me gustó acariciarme. 


No me quito las zapatillas por si tengo que salir corriendo. Correr  y viajar  serían los verbos perfectos para convertir en hecho las ansias de huir. Para cuando morir  suena mal a oídos que lo escuchan de mis labios.

No contesta el estómago a las sacudidas. No hay hambre si todo es trampa y es cartón cuando acabo masticando de nuevo sangre con sabor a "esta vez te tragaste mucho tiempo la mentira". El juego de luces frente a mi escenario me convierte en la cuarta pared sin que recordara que somos teatro.

No hay llamada de socorro ni respuesta de atención después de un "yo no tengo la culpa de toda esta mierda". Tampoco hay fondo ni cielo alrededor de este mar de basura en que siempre nada mi vida. Ni ratas ni carne ni comida, solo yo regurgitando mis entrañas sin descanso.

No puedo dejar de quejarme del asco que me da llorar cuando toda va bien de pestañas y dientes para fuera. Hay tanta gente en la calle que solo escucharlos me agobia y si abro la ventana hay suficiente miedo para detener sus corazones.


Y así poder
seguir tocándolo
y rompiéndolo
todo.

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